# Fragmento 9 # 09.10.19 # ATRAPANDO SUEÑOS Y PESADILLAS

By SOY LA AMATXU - 19:34



Estoy sola en el hospital, pero no es el habitual. Se parece a alguno que he visto en alguna serie televisiva, con un cierto regusto clásico. Mi marido no está, no sabría decir si porque está trabajando o aparcando, pero en ese instante, no está. Me siento desamparada, desconsolada. El doctor nos ha permitido retroceder en el tiempo pero no podemos modificar el final: sabemos que Ager morirá igualmente, pero sí se nos permite disfrutar un poquito más de él, llegar hasta el parto juntos, de una manera unida y en calma, aunque después la situación de vacío sea la misma. Mi compañero está por ahí, hay gente que revolotea a mi alrededor pero me molestan, intentar interrumpirme en este proceso de trance: el parto ya ha comenzado y cada vez estoy más inquieta. Deambulo por el hospital hasta llegar a admisión. Las enfermeras me ignoran, me acerco a hablar con ellas y no me hacen caso, y cuando por fin lo hacen, se ríen de mí, porque les explico cómo me siento y lo que está a punto de suceder y no me entienden.



Me siento sobre las baldosas del suelo, frío, tan frío que me recorre la espina dorsal. Miro mi vientre abultado y lo agarro con manos fuertes; empiezo a ser consciente de que Ager está en camino, inminente. Noto un dolor punzante, grito, y en el momento que su cabeza asoma al exterior me despierto súbitamente.

......


Esto es lo que he soñado esta noche. Me he despertado empapada en sudor y lágrimas, pareciendo algo tan vívido que durante unos instantes no podía salir de esa realidad. El subconsciente. El temor acechante. El pasado traumático, tan cercano. El día y la noche.

Ayer hablábamos con Yolanda - nuestra psicoterapeuta - sobre que el duelo no es lineal, no es una flecha recta que nace de un punto y termina en otro; ni sus fases se van dando de manera paulatina. No. El duelo es una espiral, círculos y círculos que confluyen constantemente, como un laberinto redondo del que no hay salida. No la hay. Esto es para toda la vida, y se puede estar mejor o peor, hundirse unos días y otros sentirse más a salvo, pero vuelve todo al comienzo. Rueda, rueda y rueda, como una montaña rusa. Un viaje de ida pero no de vuelta. Quizá se pueda bajar, pero terminas volviendo a subir y el recorrido es el mismo de nuevo. Resulta agotador.

He comprado un atrapasueños intentando buscar ese enfoque espiritual en que confío ahora mismo; a la espera de que recoja todos los sueños feos y los agrupe. Y sigo remando, día a día, evitando esa voz interna que cada mañana me dice "quédate en la cama"; pero sin prestarle mucha atención, sino dejándome guiar por mi propia intuición, porque ésta únicamente dirige y, en cambio, no susurra. 

Es asombrosa la fuerza interna que puede tener una persona para combatir contra sí misma, contra sus miedos y sus tragedias. Unos días se consigue, otras por el contrario se meten los pies en el fango y no en terreno seco. Y es aplastante lo feroz que es el miedo.  Supongo que tiene que haber de todo, días buenos y días pésimos, para que en cada paso la herida cicatrice un poquito más. Asusta que se reabra, y sangre o no, sigue estando ahí, sempiterna.



Cada día es una batalla.
Y cada noche.


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