En estas fechas navideñas lo habitual es ponerse a reflexionar y a hacer un repaso del año que termina, y definir los objetivos o metas a cumplir (que en la mayor parte de ocasiones no se consiguen) para el año que entra. El 31 de diciembre es una noche de nervios, de retrasar la cena un poquito para aguantar digno hasta las 12 de la noche, de reuniones familiares, a pesar de este año atípico. Hoy hago acopio de mis navidades en duelo, y también de las navidades arcoíris.
Me topo con un montón de confesiones del mismo patrón, a cuenta del COVID y de este año "de mierda", etc. ¿Soy una egoísta si reconozco que mi 2019 fue peor? Lo fue. Sí, este año ha sido complicado, con muchas restricciones y muertos a la espalda. No seamos hipócritas, a muchas personas les resbala que alguien ajeno haya fallecido, lo que le molesta es que le reduzcan su libertad y le impongan horarios, porque los seres humanos somos así, inconformistas, incoherentes y revolucionarios. Preguntad a alguien que haya tenido que entrerrar a su madre, hermano, hijo, qué le parece que haya toque de queda y que sólo pueda haber reuniones de 6 personas y os responderá que sufre tanto que le resulta indeferente. Y en este aspecto yo lo veo desde otra perspectiva, y es que soy paciente de riesgo y termino 2020 con salud, que mi familia está bien, y que a mi alrededor todo funciona relativamente bien. 2020 me ha brindado a mi segundo hijo, Hegoi, por quien doy gracias cada día. Cada movimiento, cada patada, es magia y me siento superconectada a él. Sin embargo, como cada 30-31 mi corazón se encoge un poquito más, porque mis células extrañan a Ager, mi mayor, mi primer hijo. Y la tristeza no entiende convencionalismos....
Hoy es el cumplemes de Ager, 21 meses cumple hoy mi bebé estrella, y que en circunstancias habituales sería una fiesta a pesar de las restricciones sanitarias, y que, al contrario, necesitamos pasar regados por el silencio y la melancolía. Es asombroso cómo llega el 30 de cada mes (a excepción de febrero) y yo me voy envolviendo en mi caparazón; y cómo llega el 31 y recuerdo de nuevo el proceso de comunicación de su muerte, el parto, la sangre, la sala de reanimación, la mirada desolada de mi marido y su mano temblando sosteniendo la mía; mis pechos llenos, mi útero vacío....
Y hoy, último día de 2020, para muchas familias es una celebración de alegría, para otras un enfado con el sistema socipolítico del país por las restricciones, con el karma por la pandemia que asola el mundo. Dad la vuelta a la tortilla y comprobad la resiliencia que inunda nuestras almas, y cómo somos capaces de superar las desgracias de la vida. Para otras, simplemente un día más de vacío en que no tenemos capacidad más que para mirar nuestro ombligo y dejarnos regar por la apatía y la ausencia, otro día más.
Para los que pasamos las navidades en duelo, un abrazo cálido, lo hacemos lo mejor posible. Para los que vivimos al mismo tiempo las navidades arcoíris, apoyémonos en ellas para coger el impulso necesario y levantarnos el 1 de enero de 2021 con algo de ganas. Y para los que este año han tenido que sufrir la muerte de sus familiares a cuenta del virus o de cualquier otro motivo, también os abrazo fuerte. Muchas personas entendemos vuestra soledad infinita.
2019 me hundió, 2020 me ha hecho reconciliarme conmigo misma, y a pesar de todo, me cuesta hacer balance de año, soy de las que prefiere hacer balance general de vida, como el contable, con sus pérdidas y ganancias. Ya sólo puedo agregar que estoy en paz, triste por Ager, contenta por Hegoi, pero en paz conmigo misma, aunque socialmente no se comprenda que se puede estar feliz y triste al mismo tiempo con un nuevo embarazo, porque a los hijos se les ama de manera individual, a cada uno de ellos por cómo y por quién es, no en conjunto. A ver si a algunas personas 2020 les regala un poquito de escucha y aprendizaje, pero por si acaso se lo recuerdo: un hijo jamás sustituye a otro, y las emociones no entienden de lógica ni porcentajes.
Y tú, ¿qué le dirías a 2020?