#Fragmento 23 # 30.11.2020# CUANDO UN RAYO DE SOL ATRAVIESA UNA GOTA DE LLUVIA. MI BEBÉ ARCOÍRIS.
Han pasado veinte meses desde que moriste, Ager; veinte meses de lucha interna en que cada día te extraño. Ahora ya me cuesta imaginar cómo serías ahora, intento buscar similitudes en otros bebés. Qué chaparrón, qué gran tormenta a la intemperie, en este entorno frío y desapacible en que nunca amaina, y en que además tengo que estarte tremendamente agradecida. ¿Qué sucede cuando un rayo de sol atraviesa una gota de lluvia? Que se produce ese fenómeno extraordinario llamado "arcoíris" y hoy estoy precisamente para hablar de tu hermano, mi bebé arcoíris.
Ecografía Hegoi 17 semanas |
Septiembre vino irrumpiendo nuevamente con una explosión de emociones, momento en que descubrí que volvía a ser mamá, mamá de una criatura superbuscada dentro del más absoluto amor, el verdadero, el que soporta luces y sombras. Wow, qué ilusión tan increíble, qué dicha, qué mezcolanza de sensaciones. Habíamos plantado un árbol en la casa familiar en tu honor, Ager, para recordarte siempre entre nosotros, y nos premiaste con la llegada de tu hermanito. Fechas similares que se solapan; test de embarazo en las manos a la vuelta de las vacaciones de Galicia, mi cumpleaños siendo bimadre (tremendo regalazo), fecha probable de parto con cinco días de diferencia, sólo que dos años después.
En un día tan señalado como hoy me siento muy acompañada por mis dos hijos, de ti, Ager, porque tu luz ilumina cada rincón de nuestras almas; y también de ti, Hegoi, pequeña lagartija que habita este humilde útero de mamá desde hace diecisiete semanas. Me ha costado mucho hacer público mi nuevo embarazo, es curioso cómo en el momento en que pensaba tendría mi mayor inspiración, la página seguía en blanco. Y por eso no os quiero menos a ninguno de los dos. Me han sobrepasado los consejos (bienintencionados) de "ser positiva", "cambiar el chip", "estar tranquila", provenientes de otras madres y padres que no saben lo que se siente cuando muere una parte tan grande ti, así como la alusión repetitiva a mi gran barrigota (qué me importará a mí que mi barriga sea prominente o no sino que mi hijo crezca sano....)
Simplemente soy una amatxu que ha recuperado la sonrisa gracias a mi pequeño y que al mismo tiempo continúa sintiendo el vacío del mayor. Maternar al hijo muerto es tedioso y demoledor, doloroso, contra natura; maternar al inquilino de mi vientre es algo grandioso. En resumen, una bimaternidad atípica y compleja pero que no deja de seguir haciéndome mera aprendiz de estos dos grandes maestros.